Qué difícil
se hace darse cuenta dónde está el umbral… si cruzarlo o quedarte siempre del
mismo lado… si mirar hacia la otra orilla y desearla, o voltearte, y quedarte con los demás haciendo lo que ellos
hacen…
Qué dormido
estás cuando todo parece indicar lo que debes SER, HACER O DECIR, y no puedes
elegir. Simplemente, no puedes… Así funciona el sistema, así lo determina el
condicionamiento del cumplir por el deber mismo del ser quién no eres, hacer lo
que no sientes, decir lo que no quieres; sin embargo, sucede… y esto ocurre día
tras día. ¿Cómo ser tú mismo cuando toda la dinámica y su estructura, la que le
da forma sin fundamento humano, se mueve en tal ritmo sádico, morboso y atroz?
¿Es ésta la forma que tú también eliges? ¿o no estás aún listo para elegir?
¿duermes en la luz? ¿despertarás en la oscuridad? Muy a pesar de tu existencia
y de tu esencia… Tú ¿de qué lado estás? ¿eres tú mismo quién dices que eres?
Te acomodas,
te amoldas, te muestras igual que los demás, no sea cosa que… y te dejas
llevar. Puedes incluso engañarte y hasta pensar críticamente: Uh! ¿Cómo estamos,
eh? Una proyección que te lleva a pensar qué te pasa a vos si lo que te pasa es
conmigo.
Y te fundes
sin mirar, y avanzas sin ver, y te ahogas con ellos, porque no eres ni menos ni
más, simplemente estás. Y la muerte danza su victoria, y deja sin respiro a más
de uno. Materia inerte presente. Muerte
que es la otra cara de la vida, la naturaleza que da fin y se recicla. Mueres
como vives, sin más. La otra cara de una misma moneda. Como el día se sucede a
la noche, como el frío al calor, como la luna al sol. Y visto de este modo, la muerte no debe ser
llorada, si se vive desde los ojos del corazón. Cuánta razón sin desazón.
Así cierras
el ciclo de la vida y de la muerte, hijos con sus padres, y niños con sus perros.
Llora lo que
tengas que llorar, vive lo que tengas que vivir, ríe lo que quieras reír, pero
no empañes la delicia de una despedida entre amarguras duras, y llantos contagiosos de llorona paga.
Y si no me
retuerzo de dolor soy el insensible que no me cubro de mantos negros. “_Está bien así”. Porque así debe ser, porque
así está escrito, y te convences. “ _Así también ellos pueden despedirse…” Llorar
un poco más sobre lo llorado, qué más da, quién sabe sea insuficiente a la hora
de sufrir. Y haces como todos lo hacen, y para cumplir según los preceptos de
los adultos. Qué buena escuela, cargas, sobre cargas, sobre cargas más cargas, si
eso es ser responsable.
¿Y tú? ¿de
qué bando estás? ¿acaso son los bandos o las vendas? ¿Y tú? ¿dónde está el
sentir de tu esencia?
Y los roles,
los que debes de cumplir, padre, hijo, hermano, cada cual en su sitio, y con su
peso pesado. Formando parte del engranaje de la maquinaria de un sistema minado y corrompido de deberes y cumplidos.
No te
reconozco, cómo cuesta reconocerte como gemelo de mi alma.
Gracias S.,
por enseñarme que los mantos negros deben ser transformados en blancura, que lo
tenebroso en pureza, que los aromas pueden endulzar el aire sin revolvernos las
tripas, que los silencios lúgubres en cánticos de esperanza y cristalinas voces
entonadas en gloria; que los cuerpos rígidos en danza y música de finas
vibraciones, y que los llantos y rezos, en risas y celebración. Va por ti
La danza de
la muerte es la gloria de la vida; y se muere como has vivido, en amor con
amor, en sufrimiento, con dolor.
Quiero morir
como aprendí a vivir. Va por mí