lunes, 25 de enero de 2010

ERAS TÚ EN MÍ

Atisha mía qué me has hecho que descubro tu esplandor... y es alquimia. Qué empalme has enredado en mis raíces que me conduces a escribir… Tu dolor es mi dolor, te cubro con mis brazos, te mece mi calor. Te han limpiado la putrefacción que llevas en el pecho; te han raspado impurezas y tu alma es carne viva. Eres pura como un ángel dulce mía. Como al principio... al inicio de los inicios. Eres tú en mí. Tu carita lo confirma. Te alzo con mis brazos y estás llorando. Tal para cual. Tal cual los dedos de las manos, las facciones, las comisutras de los labios. La apertura de la boca, los gestos, las formas, los colores. Todo encaja. Eres fruto de mi vientre... la simiente. Todo ensambla. Hasta el hueco que han dejado los expertos arrasando. Las heridas que te observo y que duelen, que nos duelen enlazando. Y nos duele el corazón, a que sí ángel mío, ¡qué tortura, qué tormento! Y tan chiquita… soportando. Si en tu pecho aflora mi alma arrasada de abandono, por mendrugos de cariño arrojados, esparcidos y olvidados. Si estás tú en mí, corazón con corazón, estás conmigo. ¿Cómo conservarte? Si te acuno entre mis brazos, te cobija mi calor, y te ampara mi profundo amor. Cómo aliviarte las heridas, ángel mío, si pronto despertaré y no estarás conmigo. ¿Integridad has dicho? Si la alquimia fue un regalo. Te ha traído entre mis manos. Porque aunque la herida haya sido hecha, disolveremos los daños. Sé que has luchado querubina por estar hoy respirando. Si tu piel es esta piel, tus manos mis manos, y tu hueco en el pecho es mi legrado subsanado. Si estamos completas, cómo no estarlo. Tu grito es mi grito, tuyas y mías las lágrimas de llanto. Si eres tú en mí, cómo no comprobarlo. Yo te arrullo entre mis brazos y Atisha acompaña nuestros pasos. Estaba soñando… Me despierto suavemente y me duele el corazón. Llevo el pecho desgarrado. Oigo que estás llorando y me acerco a ti. _¿Ésta es mi bebé? _Sí señora, es igual a usted. _Toda igual, hasta el legrado de su pecho _contesté_. Si eres tú en mí, cómo evitarlo. Lo has traído por encargo. La oscuridad de mi pecho, es tu vaciado purificado. Y te sostengo entre mis manos, y te alzo y te observo, cada mueca, cada seña, cada guiño, cada espasmo. Y te enlazo con mis brazos que son ramas que se ciñen, te protegen, te sostienen, y te envuelven.
Renacemos. Las dos en una, para volver a empezar. Sanas, reconfortadas, enteras, consumadas. Somos dos en una, tú en mí y yo contigo. Perdóname ángel mío, por no saber, por no poder. Por los miedos, el acoso de la mente... por el alma subyugada. Y por repetir la misma miserable historia de abandono, porque quise evitar regalarte más mendrugos de cariño, que ya ni sabría cómo arrojarlos. Ayer he hecho alquimia. Me han raspado el corazón y me han purificado el pecho como cuando el borde de una cuchara raspa la superficie de impurezas provocando heridas. Terminé revuelta y confundida y la alquimia se ha hecho LUZ.